Hay situaciones en nuestro cuerpo que están en el límite de la normalidad, pero que nos pueden alterar la calidad de vida. A veces parecen banales y se les ignora, pero es como tener una china en el zapato y no querer pensar en ella. Un ejemplo en oftalmología es la blefaritis, que no es otra cosa que una inflamación crónica de los párpados producida generalmente por exceso de producción de grasa de las glándulas situadas en la base de las pestañas. Aparentemente trivial, verdad? Pues no, incluso muchas personas no toleran las lentillas de contacto por su causa, pues esa grasa en exceso cae continuamente sobre la lágrima y el efecto es como de aceite y el agua: se repelen. Por consiguiente, se corta la lágrima que es la principal vía por la que le llega oxígeno, nutrientes y defensas a la córnea, esa cubierta transparente que tiene el ojo en la parte de adelante y que permite el paso de la luz hacia la retina para que podamos ver.
Dicho esto, es fácil imaginar lo que puede pasar si le faltan esos aportes. Además la calidad visual se deteriora y es como ir en un coche con el cristal sucio, las luces nos deslumbran y molestan, la diferencia es que esta grasa está en nuestro propio ojo y la producimos nosotros. En casos más graves, las glándulas que la producen se obstruyen y se forman orzuelos, o aparece conjuntivitis. Son las típicas personas que tienen los ojos rojos y cansados al final del día, a algunos incluso se les puede ver una caspilla en la raíz de las pestañas y éstas se les caen de vez en cuando.
El problema de la blefaritis se hace más evidente en aquellos que trabajan con ordenadores o conduciendo ya que son tareas en las que, para fijar la atención, se parpadea menos de lo normal y la lágrima se evapora aún más rápido, el aire acondicionado y los radiadores multiplican los síntomas y las molestias e incluso limita la capacidad laboral al final de la jornada.
Lo curioso es que esas glándulas de los párpados (glándulas de meibomio) tiene la función de producir una ligera capa de grasa para evitar la evaporación de la lágrima, pero cuando hay blefaritis la composición y cantidad de esa grasa cambia y en lugar de permanecer en la superficie de la lágrima, la rompe y consigue el efecto paradójico. La producción de grasa está regulada por hormonas y factores genéticos, por eso los pacientes que tienen blefaritis deben considerarla una condición propia, como tener la piel grasa. Por eso, su control debe ser considerado más una medida de higiene diaria, que un tratamiento, pues lo deben hacer toda la vida, y consiste en limpiarse la raíz de las pestañas una o dos veces al día con agua templada durante un par de minutos y a continuación hacer un ligero y suave masaje con shampoo de niños diluido en la raíz de las pestañas, aclarar y ya está.
Ojo limpio. Yo recomiendo el shampoo de niños ya que los productos de limpieza palpebral tienen una acción muy similar (denaturación y saponificación de la grasa) y cuestan mucho más (fue precisamente esto uno de los hallazgos comercialmente incorrectos de mi tesis doctoral sobre infecciones oculares postoperatorias, publicados y presentados en varios congresos europeos y americanos). Prefiero que mis pacientes gasten la diferencia apadrinando un niño africano y no a los ejecutivos de una multinacional farmacéutica.
Por eso, tanto en esos artículos como en el libro de endoftalmitis postoperatorias, del que soy coautor, hago énfasis en que la limpieza diaria de las pestañas los días anteriores a la cirugía, previene la presencia de bacterias de forma tan efectiva como los mejores antibióticos y esto es muy significativo, pues son las propias bacterias del paciente las que producen esa terrible complicación que afecta a uno de cada 1000 casos y que en la inmensa mayoría de los casos tiene muy mal pronóstico, pues la infección en pocas horas suele destruir el ojo. Además de mucho más barata, esta medida no produce resistencias bacterianas y es más fácil de cumplir, incluso en países en vía de desarrollo.
Texto: Dr. Pablo Bohórquez Rodríguez