DMAE

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Hay una prueba que solía hacer a los estudiantes de anatomía y fisiología de la visión al inicio de curso: les pedía que se vendaran los ojos durante media hora.  La visión es un don maravilloso y su pérdida, una tragedia generalmente irreparable. Somos unos seres eminentemente visuales, por eso debemos saber cuál es la causa más frecuente por la cual se pierde, y ésta tiene que ver con el oxígeno. Todos los organismos vivos pagamos un alto precio por él: literalmente nos oxidamos y envejecemos. Es una realidad celular que está en la base misma de la vida y la retina, la película fotográfica del ojo, ese complejo órgano que se encarga de recibir las imágenes y convertirlas en información química y luego nerviosa, no es una excepción. Por el contrario, al tratarse de uno de los tejidos metabolicamente más activos necesita más oxígeno que la mayoría y, por lo tanto su tendencia a degradarse es mayor.

La oxidación trae consigo la acumulación de productos de deshecho, el mal funcionamiento de las membranas celulares y el envejecimiento celular. La retina tiene el llamado epitelio pigmentario, una monocapa de células encargadas de digerir estos residuos a nivel de los receptores de la luz (conos y bastones), pues es allí donde el intercambio de pigmentos produce mayor acumulación. Pero aunque se trata de un sistema muy eficiente, con el paso del tiempo empiezan a aparecer restos de pigmentos visuales y sustancias acumuladas que obstaculizan el paso de luz y la función visual, especialmente en la zona más sensible: la mácula.

web3La mácula es la estructura responsable de que veamos con detalle y color, pues el resto de la retina está hecha principalmente para visión nocturna y periférica en blanco y negro. Cuando esta “planta retiniana de reciclaje” se sobresatura y empieza a parecerse a un vertedero, estamos entonces ante una degeneración macular asociada a la edad, es decir una mácula envejecida. Algo que nos pasará a todos si llegamos a vivir lo suficiente. Al final todos tendríamos degeneración macular manifiesta, al igual que cataratas. Lo que sucede es que el ritmo de oxidación y la acumulación de depósitos, es diferente en cada persona y hay enfermedades que la pueden acelerar y presentarse en edades relativamente tempranas o evolucionar de forma precipitada hacia la pérdida de visión.

Estamos ante la principal causa de ceguera en el mundo y los esfuerzos de los investigadores durante las últimas décadas son apenas los primeros pasos en el maratón de la biología molecular y la genética, pues es a ese nivel donde se lleva a cabo la batalla en la medicina moderna. Hasta hace un tiempo los médicos nos veíamos limitados al uso casi psicológico de antioxidantes, pero la llegada de los antiangiogénicos como tratamiento de la variante húmeda de la DMAE (una minoría de los casos) ha mostrado su efectividad y de hecho su uso se ha extendido a otras patologías como el edema macular del diabético. En este enlace encontrarás la información más completa y contrastada de oftalmología que hay en internet.

A nivel práctico hay una prueba muy sencilla para que las personas se autoevalúen ante la sospecha de DMAE. Se trata de la rejilla de Amsler, la cual consiste en mirar el punto central a unos 25 cmts. de distancia y las líneas horizontales o verticales se deben ver rectas, si no estaremos ante un caso sospechoso.

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En el futuro, a medio y largo plazo, estará el transplante de células del epitelio pigmentario, la terapia génica y el uso de factores específicos de crecimiento celular. Por ahora nos queda llevar vidas sanas con alimentaciones balanceadas que incluyan cítricos, evitar el tabaquismo y cualquier ingestión de sustancias tóxicas, y protegernos siempre de los rayos ultravioleta con gafas de sol que tengan filtros de buena calidad. Por supuesto, hay muchos sitios del mundo como en casi toda África, donde la mayoría no vive lo suficiente para tener degeneración macular o donde hay causas epidémicas de ceguera como el Tracoma, la cual es una infección de la superficie ocular que hace que el ojo pierda su transparencia.

Texto por: Dr. Pablo Bohórquez Rodríguez